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29 abr 2020

La Leyenda de Yukiama



YUKIAMA Y AMENOY
Amor entre la bruma



Yukiama vivía en las altas montañas de Tenerife, en una zona fría, muy húmeda y de difícil accesibilidad. Las nubes y brumas siempre estaban a sus pies pues era un paraje muy especial situado a 3.200 metros de altitud, muy cerca de las Cañadas del Teíde, lugar donde moraba Guayota, el dios del fuego y la lava de los Guanches de la isla y soberano de la guarida de la Mujeres Eternas, conocidas como Harimaguadas. Poseían una belleza muy especial con sus pelos plateados, largas melenas, tez muy blanca, ojos almendrados y muy azules y unos labios perfectos sonrosados y muy sensuales...

La población de la isla, los guanches, les tenían mucho respeto, las veneraban, y las tenían por semidiosas, pero jamás podían verlas, salvo las muchachas casamenteras, a las que ellas acogían en sus cuevas, para entrenarlas y enseñarles la importancia del ser mujer, esposa y madre libre y sin esclavitud.

Yukiama era la mas joven de las harimaguadas y muy querida por todas ellas, pues era la hija amada de Guayota y la bella Yridia, su reina. Ellas necesitaban alimentarse, de algunos de los guanches, apoderándose de su energía vital, para poder seguir siendo jóvenes, bellas y eternas, Siempre buscaban a los más ancianos, aunque a veces podía ocurrir que algún que otro joven caía en su ensueños pero no los absorbían del todo, los dejaban sobrevivir pero con muchas dificultades. Lo hacían en invierno, con el viento helado del Alisio y en la oscuridad de la noche. Yukiama tenía que empezar a hacerlo, pues nunca lo había realizado y ya tenía edad para ello. Con mucho temor bajó al bosque más cercano en los altos del lugar conocido como Anocheza, Ella sabía que allí había una cabaña de pastores que siempre era ocupada por algunos guanches. Se situó detrás e un hermoso Tilo a esperar que llegase alguien. No tuvo que esperar mucho y vió entrar , de forma apresurada, por el frío reinante, a dos pastores. Se fijó en uno de ellos. Era un joven muy apuesto, alto rubio y fornido. Le acompañaba un anciano, que debía ser su padre. Esperó un rato a que se durmiesen y entró en la cabaña. Abrió la puerta con sigilo, colándose con ella, el helado alisio. Fue directa al anciano. Se puso frente a él, que estaba profundamente dormido , aspirando toda su energía dejándolo, frío, sin vida. Yukiama sintió que el joven, que se había despertado al abrirse la puerta y entrar aquel aire frio, la observaba aterrorizado. Sus ojos, muy abiertos y de un color verde esmeralda, quedaron clavados en el alma de la harimaguada. ¡Sintió un irrefrenable deseo de besarle! ¿no sabía explicarse que le estaba pasando. Era la primera vez que experimentaba ese irrefrenable deseo. Le gustaba sentirlo, pero ella era una harimaguada y no se les permitía estar con los hombres. Conteniendo su emoción como pudo se acercó a él y le preguntó
-¿Cómo te llamas?- ¿Que edad tienes?
-Aminoy- respondió el joven pastor con voz temblorosa- y tengo 18 años
- Eres muy joven y deseo que vivas, pues respetamos la vida de los más jóvenes, así que lo que acabas de ver ahora no ha existido nunca. No lo debes contar jamas a nadie. Júramelo y te perdonaré la vida. Si lo contaras a alguien, te buscaré y me tragaré tu energía vital dejándote sin aliendo, como a tu padre, por lo que morirás en el acto. ¿Lo juras? - Le pidió Yukiama,
- Lo juro- contestó Aminoy, atenazado por el miedo. -Pero has matado a mi padre y no se qué podré decir a mi madre, ni a mi Mencey, ni a mis familiares y amigos-
-Ha muerto de frío. Se le ha parado el corazón. Eso debes decir. Le contestó ella con dulzura.

Yukiama se fue, dejando solo a Amenoy en la cabaña con el cadáver de su padre. Mientras se alejaba, despareciendo entre la bruma, su mente no paraba de darle vueltas. ¡No podía olvidar aquellos ojos verdes, los labios de aquel joven y su bello rostro petrificado por el miedo! Su corazón latía con fuerza cada vez que pensaba en él. Sabia que ese sentimiento que esa emoción iba a cambiar su destino para siempre.

Pasaron algunos años y Yukiama no había podido olvidar al Joven Amenoy. Ella lo observaba cada invierno a la entrada de la cabaña de Anocheza. Veía como le crecía su cabellera, su barba que le hacía aún más hermoso. Sabía que no tenía compañera. Ella quería serlo y al final, pidiendo autorización a su madre Yridian y a su Padre Guayota, decidió dar el paso. Deseaba ser la mujer de Amenoy, sabiendo que con ello iba a perder sus poderes al convertirse en una mujer sin más. Así lo hizo. Preparó bien su plan y se presentó ante el Mencey Añaterve, Rey del Menceyato de Güímar, cambiando su ropaje, el color de su pelo y sus modales. Le contaría que era una mujer huérfana, pues sus padres habían muerto de forma muy extraña una fría noche de invierno y que no tenía más familia. Añaterve, compadeciéndose de la bella huérfana, decidió acogerla en su familia. Ella Sabía que al contarle esa historia a Amenoy la entendería perfectamente si necesidad de decir más. Se quedó a vivir en el valle para familiarizarse con las costumbres de los habitantes del Menceyato y se convirtió en una bella guanche muy deseada, y en la protegida del Mencey. Pero ella solo sentía amor por Amenoy. Por aquel joven que conoció un invierno en aquella cabaña helada. .

Al cabo de un tiempo decidió subir desde el valle de Güímar a los altos de Anocheza, Buscó a Amenoy, y fingiendo una pequeña caída frente a él, logra enamorarle, cuando el joven pastor acudió a socorrerle. Amenoy quedó prendado de aquella bella mujer, casándose con ella unos meses después. En todo el Menceyato se festejo la boda por todo lo alto, pues Amenoy era un pastor muy querido por todo el valle y, ademas Yuqiama era la bella protegida del Mencey, el cual vio con buenos ojos esta unión. Pasaron los años y Amenoy y Yukiama fueron un ejemplo de felicidad y nobleza. Todos alababan el amor que se mostraban uno al otro. En su felicidad trajeron diez hijos al mundo, cinco bellas doncellas y cinco hermosos muchachos, que eran el orgullo del Menceyato que gobernaba con rectitud y paz el Mencey Añaterve, el cual había envejecido bastante.

Un día de invierno, donde ambos habían subido a la cabaña a refugiarse del pastoreo y con los alisios helados entrando por la puerta abierta de repente, Amenoy se acuerda de su padre. Yuquiama no había querido subir con él a la cabaña, precisamente para evitar recuerdo alguno de lo que allí había pasado muchos años atrás. Observando a su mujer frente al fuego que había encendido, y con aquella melena suya cayéndole sobre su hombro ,recuerda aquella escena que nunca contó, pero que jamas pudo borrar de su memoria. Se acercó a ella y en un arranque de sinceridad le contó lo que muchos años atrás había vivido en aquella cabaña del bosque de Anocheza -Nunca he conocido, salvo a ti , otra mujer tan hermosa y bella como ella- Yukiama dio un salto hacía atrás, con la cara desfigurada y, con lágrimas en sus ojos, le dijo: -Amado mío, hoy has acabado con nuestra relación al contarme esto. Aquella joven mujer de pelo plateado soy yo. Acabas de romper tu juramento de no contarlo jamás a nadie. Tendría que expirar tu aliento y matarte ahora mismo, pero no puedo amado mío, pues tenemos muchos hijos y me has dado mucho amor en esta vida que juntos hemos recorrido-

Con gran tristeza le dio un beso y se alejó de su lado. Desde la puerta de la cabaña le gritó con fuerza, pero con voz temblorosa:
-Te perdono Amenoy. Te perdono, pero debes saber que si le hicieras daño a algunos de nuestros hijos, o nuestros hijos a alguno de los suyos por los siglos de los siglos, en este Valle de Güímar, volveré y acabaré con toda nuestra estirpe, borrando de la historia nuestra presencia, pues vendré a la cabaña, retrocediendo en el tiempo, y entonces, tú también serás muerto el mismo día que tu padre muriera por expirar su aliento.

Amenoy lloraba. Maldiciendo el momento en que su debilidad le llevó a contarle su secreto. Una extraña nube blanca rodeó a Yukiama. elevándola a las alturas. Nunca más se le vio en Anocheza, ni en el extenso Valle de Güímar, pero dice la leyenda, al paso de los tiempos, que durante cada invierno se ve una extraña bruma en los Altos de Anocheza. Bruma que baja suavemente hacía el barranco que lo bordea entrando en una inaccesible cueva donde se encontraba, el cuerpo momificado del bello Amenoy. Sus hijos allí lo depositaron, prometiendo no revelar jamás el juramento que le hicieran a su padre antes de morir, pues Amenoy, al bajar de la cabaña, con mucho dolor en su alma, tuvo que contarles a todos ellos, entre fuertes lamentos y lágrimas, lo que había pasado con su madre. Les hizo jurar, además, que mantendrían para siempre el amor, la justicia, la libertad y la paz en sus descendientes por los siglos de los siglos para evitar su desaparición de la historia del Valle de Güimar. Y así ha sido hasta el momento presente.
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(*)En 1494, año en que Alonso Fernandez de Lugo inició la conquista de Tenerife, la isla estaba dividida en nueve reinos gobernados por menceyes. Éstos eran la máxima autoridad civil, religiosa y militar en la región en la que gobernaban. En el municipio de Candelaria, junto a la Plaza de la Patrona de Canarias, se encuentran nueve esculturas de bronce que representan a cada uno de estos menceyes. Siendo uno de ellas el de Añaterve último mencey de Gúímar.