LA SILUETA OSCURA Y LA
LUZ DE LA LUNA
Bajo de la "guagua" que me
trae de Icod al Puerto de la Cruz lo más deprisa que puedo. Ese día llega con retraso ala estación. No veo la hora de llegar al Quiosco
Bar de la Plaza del Charco, lugar donde trabajo desde hace dos meses, fregando platos, vasos, limpiando la barra y las numerosas mesas
situadas en la terraza. Tengo por costumbre, a pesar de mi corta
edad, pues no he cumplido aún los catorce años, el pasar antes por
el “estanquito”, así llamamos al carrito de periódicos,
revistas y venta de golosinas, para ojear el periódico vespertino de
Tenerife. El estanquero, un señor afable y muy risueño, me deja hacerlo pues me dice que le gusta verme ya que muestro mucho interés en lo que leo.
Abro “La Tarde” y me
pongo a leer sus titulares rápidamente pues no me da tiempo a más;
tengo que entrar a trabajar a las cuatro y ya casi es la hora.
Esta vez, lo mismo que hago en los tres últimos días, paso deprisa por todas sus hojas y busco con desespero la sección de
sucesos y allí está la noticia. Un frío interno recorre mi
cuerpo al leerla. No quiero creerlo, pero allí está. No he cumplido los 14 años aún y me estoy encontrando con una verdad
cruenta y terrible, de la que yo pude haber sido una de esas
víctimas. Respiro con fuerza. Me siento en el banco pues me
tiemblan las piernas. Oculto entre mis manos la cabeza; lloro
desesperadamente... Se amontonan las imágenes y los recuerdos
vividos días antes; mi corazón se acelera descontroladamente.
Cierro los ojos. En mi mente se agolpan todos esos momentos de
terror y miedo que había vivido el domingo anterior cuando, al terminar mi turno de tarde, me dirigía caminando a mi casa.
Es un día muy especial,
un domingo diferente por la celebración de la Patrona de Canarias.
Como de costumbre, cuando comienzo el turno de tarde, entro a las 4
y salgo a las 12 de la noche. A esa hora no hay transporte desde el
Puerto de la Cruz a ningún otro pueblo y cuando termino mi turno
tengo que ir caminando hasta Icod donde vivo con mi familia. Lo hago
solo y en la oscuridad de la noche, recorriendo los mas de veinte
kilómetros que me separan de mi casa. Ese domingo lo vuelvo a hacer,
pues es el primer día del cambio de turno ya que el último día me
quedo a dormir entre las sillas del bar o el suelo, porque tengo que
entrar al día siguiente a las ocho de la mañana y no me merece la
pena realizar esa caminata.
Cada vez que emprendo el
camino lo hago cantando o bailando para quitarme el miedo. Hay zonas
que me producen terror, especialmente al pasar por el Barranco de
Castro de Los Realejos o por el Barranco de Ruiz en la Rambla. Suelo
recorrerlos respirando profundamente para armarme de valor, mientras
corro y canto con todas mis fuerzas. A esa hora apenas hay tráfico,
solo algunos faros se suelen cruzar conmigo en la carretera. Son
algunos camiones que se dirigen al muelle de Santa Cruz cargados de
plátanos. Estoy habituado a verles pasar. Algunos de ellos se han
acostumbrado con mi presencia y ya me dicen adiós mientras tocan la
“pita”. Nunca me suelo encontrar con vehículos viajando al
revés.
Esa noche siento que es
una noche especial; el cielo está maravilloso, brillante, con casi
una luna llena que ilumina la carretera y eso me da algo de
tranquilidad. Experimento una extraña paz en mi interior y la
verdad es que voy disfrutando el camino como nunca antes lo había
hecho. Cuando llevo ya unas horas caminado, al pasar por el barrio
de Santo Domingo percibo un coche tras de mí con las luces apagadas.
Me detengo con miedo y me doy la vuelta, el coche también se para;
quiero identificar a su conductor pero no puedo a pesar de la Luz de
la luna casi llena que me va acompañado durante todo el recorrido;
un amplio sombrero le tapa casi toda la cara. Al coche si que lo
reconozco al instante- Ya lo había visto, en otras ocasiones y
durante varias noches seguidas, parado en la orilla de la carretera
que cruza el pueblo de Santa Catalina. Ese día sentí algo extraño
al pasar cerca del coche, pues percibo que hay alguien dentro, lo
que me hizo agilizar el paso y experimentar un escalofrío en mi
cuerpo. Un mal presentimiento aleja de mi lado la paz que traía...
Continuo el camino,
temeroso, temblando, con terror en el cuerpo. No sé porqué, pero me
invade el miedo. El coche me sigue al mismo ritmo que voy yo. Empiezo
a sentir cada vez más pánico... Apenas puedo respirar; estoy muy
agitado... Un sudor frío comienza a bajarme por la frente. Quiero
correr con fuerza pero mis piernas no me obedecen. Se están
volviendo torpes y temblorosas...
Decido, ya exhausto y sin
medir las consecuencias de mi acción, parar mi marcha. En ese
momento el coche me adelanta; se para frente a mí; un hombre con
sombrero y con ropa oscura, se baja. Me asusto, tiemblo, no controlo
mis actos y sin pensarlo ni un momento me lanzo al vacío sin saber
lo que hay al otro lado del malecón ni su altura. En la caída me
acogen unas viñas; caigo sobre ellas sepultándome entre sus
hojas. Desde el suelo donde había caído y entre los huecos de la viña, vislumbro la
silueta oscura del hombre con sombrero, y una luna enorme brillando
trás él, imagen que no puedo quitar de mi retina.
Él callado, observando
el fondo, buscando el lugar donde podía haber caído. Yo en
silencio, dolorido, sintiendo la sangre manar de uno de mis brazos;
aguanto el dolor y la respiración. Intento, sin hacer ruido,
ocultarme bien. En ese momento comienzo a oír a lo lejos unas
voces cantando con música de guitarras que se acercan. ¡Comienzo a
gritar! El hombre huye, subiendo a su coche rápidamente y escucho,
por el ruido del motor, que se larga, a toda velocidad. Yo sigo
gritando con todas mis fuerzas. Con mucha dificultad trepo por el
muro lo más rápidamente que puedo, logrando subir de nuevo a la
carretera. Justo en ese momento se acerca la camioneta frenando
frente a mí. Sin darme cuenta estaba en medio de la
carretera, obligando al conductor a realizar una rápida maniobra de frenado... ¡Menos
mal que venía despacio! Oí gritar mi nombre.
-¡¡¡Langeeee, qué coño haces en medio de la carretera!!!-
¡No doy crédito a lo que escucho. ¡Me llaman por mi nombre! ¡no puedo creerlo¡ ¡Son vecinos de mi barrio que regresan de ver a la Virgen de Candelaria, ¡Es el gran día de peregrinos!
En ese momento me derrumbo pues me abandonan las pocas fuerzas que me quedan y caigo redondo al
suelo. Rápidamente una mujer baja del camión engalanado para la ocasión, preguntándome con voz alterada
-¿Qué te pasa Lange? ¿Qué te pasa?-
Como pude, y entre lágrimas, le cuento lo que había pasado. Es una vecina cercana que me reconoce y me abraza con todo el cariño del mundo. Logra calmarme un poco y me hace subir a la camioneta dándole la orden al conductor, su marido, para que se desvíen de su camino y me lleven hasta mi casa. Durante el corto viaje que nos queda por recorrer, la vecina me cuenta algo que ya había oído sabiendo que era la razón del terror que había vivido momentos antes:
-¡Ay mi niño!..., es que anda suelto un asesino de chicos en esta zona y seguramente será ese sinvergüenza el que quiso atacarte; ¡Ay señor de la que te libraste!-
Y dirigiéndose a su marido con firmeza le dice
-Juan, tenemos que avisar a la guardia civil- .
Juan la mira y sin dudarlo le contesta
-Si, mujer, pero antes vamos a llevar al chico a su casa que bastante ha tenido en esta madrugada. Después iremos a la guardia civil a denunciarlo-
Llego a mi casa algo más calmado y al bajar de la camioneta les doy emocionado las gracias. Ellos me contestan:
-¡De nada, Lange, ya estás en casa; dale un abrazo a tu madre y dile que le hemos traído a su hijo sano y salvo!
Entro en mi humilde
casa, directamente voy a la cocina. Sabía que mi madre se
encontraría allí esperando por mí. Me quedo parado junto a la
puerta de madera vieja que está entreabierta. La observo con
lágrimas en mis ojos. Sentada en la mesa y con la cabeza recostada
está mi madre. A su lado el quinqué encendido ilumina su bello y
triste rostro. Ella siempre, siempre me espera, sea la hora que sea cuando estoy en el turno de noche. Me acerco; le acaricio dulcemente
y con mucha emoción el rostro. Se despierta de un sobresalto y nada
más verme me pregunta
-¿Qué te pasa hijo? ¿Estás bien? ¡He tenido una premonición terrible esta noche! ¡He estado rezando a mi Virgencita de Candelaria para que no te pasara nada!
Suspira profundamente mientras me observa con detenimiento.
-No te veo bien. ¿Que te pasa mi niño? ¿Te ocurrió algo? Estás demacrado y con rasguños en la cara ¿Por qué?
A trompicones y con mucho llanto, le cuento lo que había pasado. Me abraza. Llora conmigo. Me coge la cara; me mira a los ojos y vuelve a abrazarme con mucha fuerza. En silencio me cura los rasguños de mi cara, las pequeñas heridas de mis pies, y la herida, algo mayor y sangrante de mi brazo. No cesan de caerle lágrimas por su cara.
En silencio
enciende el pequeño fuego de petróleo y hace una tila. Me anima a
tomármela caliente, mientras me acaricia la cabeza. Siento su
ternura, su amor, su entrega y también su amargura... Me acompaña a
la cama, a la vieja habitación que comparto con mi hermano más
pequeño. Ella, después de darme un amoroso beso en mi mejilla, se
va a la suya y con la luz del quinqué que lleva en su mano observo
sus lágrimas cayendo por su cara que no puede contener. Me pregunto
si son lágrimas de agradecimiento, lágrimas de alegría por estar
vivo o lágrimas de tristeza por pensar que podía no haber vuelto o
bien si son todas esas emociones al mismo tiempo, emociones con las
que me duermo sin contar el tiempo.
La voz de Domingo, mi
compañero de trabajo, me grita desde el Quiosco-Bar de la Plaza del
Charco y me hace recobrar el momento presente y me devuelve a la
realidad. Me grita fuertemente
– Muchachooo, Langeee ¿No ves lo tarde que es ya? ¿te dormiste en el banco o que? ¡Anda, espabila y vente "pa" la cocina yaa!
– Muchachooo, Langeee ¿No ves lo tarde que es ya? ¿te dormiste en el banco o que? ¡Anda, espabila y vente "pa" la cocina yaa!
Me asusto con su grito, abro los ojos y recobro la consciencia. Me doy cuenta que sigo en el banco de la plaza, justo al lado del carrito. Intento levantarme enseguida y al hacerlo se me cae el periódico de las manos, pudiéndose leer los grandes titulares de la pagina que tenía abierta:
¡EL VIOLADOR DEL NORTE
DE TENERIFE HA VUELTO A ACTUAR! Se encuentra el cadáver semidesnudo
de un joven con signos de violencia en una finca abandonada!
La
Guardia Civil, por fin, lo ha podido detener.
Lange Aguiar
Creaciones Literarias