¡PARA
LA CAMA MAMÁ, PARA LA CAMA!
Te
miro a los ojos mientras termino de beber una buena copa de vino en
nuestra boda. El reflejo de tu mirada me traslada momentáneamente a
otro lugar, a otro tiempo.
Con mi madre y cuatro de mis once hermanos. Soy el del pantalón corto. |
Al caer la tarde
comenzó la ceremonia. Las lágrimas desbordadas de la madre de
Vicente, el novio de Lola: los gemidos contenidos de Doña Carmen, la
ventera; la sonrisa de mi madre; los sollozos de Doña Antonia, la
madre de Lola y, sobre todo, la radiante y feliz cara de la joven
costurera... son recuerdos que no me abandonan.
A todos los niños y niñas nos pusieron juntos en una mesa del patio, bajo un gran parral. Yo era el mayor de todos ellos y no me sentía muy a gusto. Junto a nuestra mesa pusieron la mesa de los más jóvenes. Al final me senté con ellos, me gustaba oír sus historias, sentir sus risas y experimentar sus sensaciones... Bebí con ellos. Era mi primera vez. Bebí y bebí sin control. No conocía bien ese “sabroso sabor”. Ellos me ponían un vaso tras otro. Al final me hicieron beber una mezcla de cerveza y vino que me amargó el estómago mientras se reían a mandíbula abierta por la expresión de mi cara. Lo demás lo recuerdo en nebulosa. Se que me levanté y fui a mi casa casi arrástrándome. Estaba cerca pero se me hizo eterno.No me sentía bien. Tenía los sentidos atrofiados. No coordinaba mis pensamientos. La visión se me nublaba. Mis piernas temblaban. No sé como llegué a mi cama, pero al tumbarme sobre ella todo se movía. La habitación comenzó a girar a mi alrededor. La cama no paraba de dar vueltas y sentí que un río inmenso estaba a punto de explotar en mi boca saliendo de lo más profundo de mis entrañas. Expulsé todo el agrio y asqueroso contenido que se agolpaba en mi garganta. Vomité sin parar inundándolo todo. Grité con toda mi fuerza. Lloré y sentí que todo se derrumbaba a mi alrededor. Aquel sabor, asquerosamente ácido, quemaba mi garganta, mi lengua, mis labios… No soportaba aquel olor que me envolvía. La cama seguía girando sin parar. Yo me agarraba con fuerza a la pared pero ésta también giraba a gran velocidad. ¡Mamá, mamá, para la cama!, ¡Para la cama mamá! ¡¡Párala!!...Todo se volvió oscuro y caí en un profundo pozo al que jamás he querido volver. Mi madre, al volver de la boda, me encontró allí en el suelo empapado en mi propios vómitos. Me sacó de allí poniéndome en su cama donde desperté muchas horas después...
Abro los ojos saliendo de
mis recuerdos. Observo tu mirada fijada en la mía. Sabías que me
había ido a otro espacio tiempo. Relajado te sonrío y tú me
devuelves una maravillosa y plena sonrisa. Sé que no sabías a que
recóndito lugar de la memoria viajó mi presente. Sé que no
comprendías porque no quiero beber más de dos copas de vino en
nuestra boda, pero también sentí que te alegrabas por ello.
Cruzamos nuestros brazos, rozando nuestras copas. Nos besamos. Un
flash inmortalizó ese momento mientras nos sumergíamos en el
sagrado sabor del líquido elemento que siempre nos ofrece el
“sabroso vino de Icod” para mí ya eterno sabor en mi mente y en
mi cuerpo.
LANGE AGUIAR