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CIFER, LUZ ENDIABLADA
Me había condenado a mi mismo en aquella terrible decisión que tomé cuando pedí que quería dejar mis alas fuera de mi cuerpo... no me servían para experimentarme en una pequeña parte de la Vía Láctea. Quería encarnarme en un hermoso planeta llamado Tierra situado en lo que ellos mismos llaman Sistema Planetario del Sol.
Estaba cansado de recibir órdenes, de ser bueno, de estar siempre al servicio del bien, del pensamiento positivo, de la luz cegadora, del amor eterno e incondicional, de estar atento a los demás y siempre guiando a otros para que fueran hermosos seres de luz resplandecientes...
Quería conocer lo peor de mí, la que está oculto pero que sé que llevo; la parte mas sangrienta; la parte mas tenebrosa y terrible que pudiese imaginar; la de tener emociones y sentimientos; la de conocer el dolor y el sufrimiento; la de poder llorar y tener miedo... quería ser libre como el aire, tomar mis propias decisiones, asumiendo las consecuencias; sentir latir el corazón en la materia biológica de la tierra... Quería saber lo que significa el tiempo finito, la caducidad de las cosas, lo perecedero, la evolutivo en la biología y sentir la muerte de mi cuerpo una vez tras otra... Quería conocer el miedo, el terror, el pánico, el deseo, el placer, el sexo... y dividí mi propia esencia en dos para experimentarme y enfrentarme, incluso, conmigo mismo desde mi propia división.. Llamé a una parte hombre y a la otra mujer, pudiendo una de ellas reproducir y generar nuevos seres pero siempre desde el sexo y el placer para que ámbas partes se sintieran unidas de nuevo en una sola Esencia.
¡Y aquí me encuentro, sin alas, en medio de la inmensidad del espacio, en este viejo y antes bello planeta, cansado, arrepentido, experimentado, ultrajado, sangrando, contaminado...gritando clemencia por lo que quise realizar desde el mal!
Mis hijos, y los hijos de mis hijos, por miles de años, fueron libres, y engendraron mi deseo del poder, del tener y la violencia, mi deseo del dolor, y el egoísmo e incluso cada una de mis partes separadas quisieron ser libres por si mismas y dejaron de ser una y así hasta miles de millones de separaciones. Soy Cifer, el ángel caído, con las alas rotas, queriendo, bajo este sol que ilumina mi cuerpo, volver al principio de los principios pero no tengo alas para volar y no puedo ser LUZ CIFER de nuevo pues yo mismo me he condenado a seguir en la materia caduca de la tierra.
Observo mi sombra que cobra vida, se acerca sigilosamente, mi cuerpo tiempla, me abraza, me muerde, me absorbe la sangre, me posee totalmente...soy diablo de nuevo...cobra vida en mi interior, me mata para no seguir soñando con el SOL de nuevo. Vuelvo a ser el demonio de las noches sangrientas que espera en cada esquina de la vida, especialmente en las noches de luna llena... ¿Conocemos nuestro propio diablo?
(c) Lange Aguiar.
Pintura de Alexander Cabanel: "El ángel caído" (1868)