Roser y el
iceberg de la vida
Corre el año 2025 y
Roser, una Mamá Oso, mira a Ris y Ros, sus lindos oszenos,
revoloteando sobre la nieve cerca de su madriguera. No solía salir
por miedo a otros osos celosos y dañinos. Aquellos cachorros eran
lo que mas amaba sobre la tierra. Eran todo su tesoro, daría la vida
por ellos si fuera necesario. Pero de lo que más quería escapar
eran de otros depredadores mas peligrosos a los que ciertamente tenía
mucho miedo. Eran seres extraños que caminaban sobre dos patas y
que disparaban fuego por sus manos. De ellos había logrado escapar
salvando su vida varias veces. Estaba pendiente por si aparecían de
repente para poder huir a tiempo con sus dos cachorrillos.
Roser, desde hacía algún
tiempo notaba que el suelo donde tenia la madriguera, estaba muy
resbaloso y que muchas de las montañas blancas que rodeaban su casa iban menguando. Por sus costados caían pequeños torrentes de
agua que ella no sabía a donde se dirigían. Nunca los había
seguido.
La nieve ya no era la
misma, ni la luz del sol tampoco. El calor estaba haciéndole sudar
mucho últimamente. No entendía lo que estaba pasando. Por eso ese
día quería dar una paseo con Ris y Ros para mostrarle el lugar al
que solía ir con su madre cuando era una pequeña oszeno y que recordaba con
mucho dolor.
-“Roser , vayámonos,
que ya es tarde y hay que llegar a casa- le rugía su madre desde lo
alto de la loma mientras ella jugaba en aquellos pequeños charcos,
buscando peces que llevarse a la boca.
- vayámonos ya hija- De
repente un trueno estalló con fuerza y un zumbido cruzó el aire
impactando en el cuerpo de su madre. A sus oídos llegó con fuerza
el rugido de dolor que salió de su garganta mientras caía al
suelo con el cuerpo manchado de rojo. Roser se escondió muy
asustada en un pequeño saliente de hielo y pudo ver como vario
animales extraños, erguidos en sus dos patas, se llevaban a su
madre. La arrastraba un animal mucho mayor que hacia mucho ruido y
echaba mucho humo. Por eso Roser les tenía miedo. Se escondía de
ellos y quería proteger a sus gemelos de aquellos malvados
animales de ta extraño y diversos pelajes.
Roser se había levantado
extraña. Quería volver a aquel lugar al que nunca mas había vuelto
. Llamando a Ris y Ros se puso en camino. Ella había observado, días
antes, que una gran grieta se había abierto frente a su
madriguera. ¡Quería saber que estaba ocurriendo! Además deseaba,
desde hacía mucho tiempo, enseñarles a sus hijos el lugar donde
había perdido a su madre. Tenía que sanar aquel dolor que le
producía ese recuerdo.
Roser, cruzó aquella
extraña y larga grieta. Ris y Ros la saltaron con mucho esfuerzo,
lanzándose sobre su madre. Durante todo el trayecto iban jugando y
corriendo detrás de Roser que iba vigilante todo el tiempo hasta
llegar al lugar que buscaba con ansia y dolor. Al llegar quedó
atónita. Aquello no se parecía en nada al recuerdo que tenia en su
mente. ¡Una gran lámina de agua oscura se abría ante ellos
perdiéndose en el infinito!
Roser se quedó
pensativa, observado la escena, sin entender nada. ¿se había
equivocado de lugar? Se preguntaba. Ella lo recodaba como un gran
llano blanco serpenteado por pequeños charcos de agua. ¡Allí no
había nada! De repente oye un gran estruendo. Al girarse ve a una
gran montaña de nieve caer sobre aquella lamina de agua que en un
instante, soltando un gran espumaraje, se la tragó por completo,
formándose una gran montaña líquida que se acercaba muy deprisa a
donde estaba ella. Roser se asusta. Coge a sus dos cachorros y sale
huyendo de allí a toda prisa hacia su madriguera. Corren durante un
buen rato. De repente quedan paralizados frente a un enorme abismo
que se abren ante ellos. Su madriguera quedaba al otro lado. Intentar
saltar y nadar en medio de aquellas aguas negras para llegar allí
con Ris y Ros, le parece imposible. Roser queda inmóvil,
petrificada, sobre aquella enorme loma que se mueve lentamente
alejándose cada vez mas de su casa. ¿que está pasando? Se
pregunta. ¿A dónde nos lleva esta montaña que se mueve ? Se abraza
a sus dos hijos y ruge con todas sus fuerzas.
Unas lágrimas caen sobre
el iceberg en el que navega por aquel mar de oscuras aguas negras
contaminadas, repleto de microplásticos, producto de la polución y
el calentamiento global. Se mueve sin rumbo, como otros muchos
iceberg que les rodean. Ella no lo sabe pero muchas familias de osos
quedaron atrapados sobre esas islas flotantes en el mar ártico. El
sol calienta sin piedad. Roser observa que un enorme gigante blanco
se acerca con un rugido que le desorienta. El gigante se va
parando junto a varios iceberg. Observa con terror que sobre el
gigante blanco animales de dos patas lanzan de sus manos de fuego
algo extraño. De pronto siente que algo le ha picado profundamente.
Ruge de dolor. No puede reaccionar y ve como a Ris y Ros, también le
han dado. Los tres caen al suelo del iceberg inconscientes.
Mucho después, Roser se
despierta en una gran jaula en el estómago de aquel gigante blanco,
junto a otras muchas jaulas con osos dentro. Observa cómo aquellas
extrañas criaturas de dos patas, a las que tanto temía, van
dándoles de comer. Ris y Ros están con ella ahora muy excitados.
Una de esas criaturas de rubia melena se acerca y les observa
fijamente: les sonríe y les da pescado. ¡no todos esos animales
extraños de dos patas eran tan fieros ni tan malos! Roser no es
consciente de lo que pasa pero son los últimos osos blancos del
planeta. Un barco de una asociación ecologista les llevan a un lugar
seguro donde seguir existiendo en la tierra.
Lange Aguiar. (Miguel
Díaz)
#COP25
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