Eres como un bombón, dulce e irresistible —dijo él, sonriendo mientras acariciaba su mano.
—Y tú, un aventurero, siempre buscando la mar salada —respondió ella, mirando el horizonte donde el cielo se encontraba con el océano.
—¿Te gustaría que nos perdiéramos en esas olas?
—Solo si prometes que, al final del día, serás mi bombón en la orilla de esta hermosa playa.
Y salieron juntos a surfear. Él se alejó y alejó y alejó y…
Ahora, cada atardecer en la playa, un bombón de chocolate se derrite y llora bajo el sol, mientras la mar salada susurra secretos de verano sobre un enamorado surfero que nunca la mar devolvió.
Lange Aguiar