LA
CENA DE LOS DIOSES INVERNALES
Me
siento aquí, frente a la pantalla de mi ordenador, buscando
historias que hablen de frío, de hojas muertas, de árboles caídos
y flores secas.; de nieves y lluvias; de abrigos y fiestas... La
navidad está aquí, se acerca ruidosa, sin tapujos, con luces,
música, villancicos y familias enteras que se abrazan y se
encuentran.
De
repente mi dedos se mueven, escriben sin control lo que mi mente
siente y mi corazón piensa. Vuelan juntos a un lugar donde
experimenté, muchos años antes, la metamorfosis de mi huerta.
Observé, con curiosidad y expectación, el cambio de color de las
hojas de mi árbol mas amado: ¡el castaño centenario de la huerta
de mi abuela que había heredado!. Estando a su lado, mi alma se
estremecía, sintiendo cómo caían sus hojas ante mis pies,
desangeladas, frías, hermosas...¡En su color sepias! Caían
alfombrando mi camino; sintiendo, al andar, el crujir de sus cuerpos;
oyendo sus lamentos, experimentando su destino. Rotas quedaban en el
suelo, antes limpio. ahora lleno de bellas hojas secas. ¿secas?
¿bellas? . Preguntas que mis dedos no respondían.
Por
un momento Regresé a mi momento presente. Quería salir de aquella
visión vivida en la antesala de una extraña navidad, que aún
recuerdo como un mágico, pero real, ¿sueño?. Mis dedos seguían
sin control, querían seguir escribiendo. En el fondo de mi alma
sabía que querían narrar la historia navideña que marcó mi vida
por mucho tiempo.
Me
detuve justo debajo del viejo castaño. Observé, con deleite, como
algunas hojas volaban rebeldes. Revoloteaban en el aire, marcando,
con sus movimientos, suaves danzas, al ritmo de las flautas que mi
enamorado amigo Eolo les tocara. Sabía que se sentían acariciadas
por Eolo, el Alisio de mis islas Afortunadas.
Para
observar mejor mi huerta y al anciano castaño que la preside, decido
sentarme en un viejo y bello banco de aquel camino. Observo el
esqueleto arbóreo que se eleva hacia el cielo. Su vestido de hojas
vuelan o están desparramadas por el suelo. Me taladra su
metamorfosis en mis venas. Lo veo desnudo, bello, solitario,
mostrándome su formas y sus cambios. Sin pensarlo mucho me levanto y
le abrazo, siento estremecer sus raíces en mis venas, ¡Deseo
fundirme, en ese mismo instante, en su esencia!
Sé que es un abrazo que me hace sentir Hijo de la Tierra.
Vuelvo
a mi estado consciente. Quiero parar este vuelo de mis dedos, pero
ellos me llevan de nuevo a aquel abrazo, al banco donde volví a
sentarme tras ese momento. Cerré los ojos, ¡mis dedos seguían
escribiendo! Sentí que las agujas del tiempo volaron de mis manos y
en un instante estaba experimentando otro momento. Un extraño
momento vivido en mi amada huerta, bajo el centenario castaño,
¡mi fiel y viejo compañero!
Era
21 de Diciembre. Sentí que el solsticio de invierno llega siempre
grandioso; cubierto de misterio; anunciando el despertar de humildes
conciencias; de almas calladas en muchos lugares de la tierra,
entumecidas por las gélidas aguas que sus vividas historias eternas
cubrieran. Historias húmedas, germen de las semillas que la tierra
pariera.
¡De
repente mi castaño me habla! Al hacerlo se van encendiendo, entre
sus desnudas ramas, luces de colores. Con cada letra , con cada frase
pronunciada, se iba iluminando su cuerpo. De pronto un bello,
rostro arrugado, extraño surge de su amplio tronco. Él me habla.
Con cada palabra dicha se iban formando bellas estrellas. Se
detenían ante y alegres danzaban. Sus destellos cegaban, a veces,
mi vista. Con su danza iban formando una brillante niebla que nublaba
mi destartalada conciencia.
Sentí
como la voz de mi amado castaño, retumbaba como un eco muy dentro
de mi cuerpo. Su mensaje taladraba mi cerebro, mientras mi corazón
fluía por lo que estaba viviendo. Con esa voz profunda el castaño
me comunicó su deseo:
- “Quiero traer conmigo a todos los dioses y espíritus del frio, del invierno, del agua y del viento. Quiero que tú participes de este bello encuentro. Quiero hacerles partícipes de este bello momento. Será una grandiosa cena para sellar un acuerdo entre tu mundo humano y el que yo represento. Serán dioses de todo el planeta, los que han vivido en este hermoso tiempo, tiempo que la gente celebra como el solsticio de invierno y que millones de humanos celebran como la Navidad. Son Dioses de todos las culturas, de todas las épocas y países de la tierra. También te traeré, mi joven y amado amigo, a los espíritus y magos existentes en el inconsciente colectivo. Te los traeré para que los conozcan, para que descubras que en verdad existen. Que pertenecen a la vida creada por los sueños colectivos. Es mi deseo que puedas compartir con ellos esta maravillosa cena. Serán ellos las que la prepararan para ti y para todos los convidados a esta Real mesa que con parte de mi cuerpo he creado para este momento”.
Me
quedo atónito, extasiado; me froto los ojos para que desparezca
aquella visión de mi lado. Me pellizco con fuerza y sigo
experimentando que aquel momento es real.
¡Sigo
observando mi castaño iluminado y su bello rostro observando mis
gestos!
De
repente, una puerta misteriosa se abre ante mí y empiezan a
cruzarla, genios, dioses, magos, y espíritus. Cada uno vestido con
la vestimenta de su cultura. Cada cual con los símbolos de su
territorio de procedencia o país de origen. El primero es el
luminoso Boreal que se acerca de la mano del frío Skadi. Detrás,
galopando sobre una nube, vienen Horus, con sus pico dorado y su
bastón, de la mano de la bella Cibeles y su amado hijo Attis.
Abrazados a una fina lluvia dorada, aparecen Mitra con su maravilloso
tocado; viene acompañado de la hermosa Amatarasu, la diosa de las
geisas, con su ropaje de flores y luciérnagas. Ellos dos me rodean
haciéndome guiños de eternidad navideña, mostrándome el frio del
planeta, el agua que riega las semillas plantadas por Jesús el hijo
Encarnado al que llaman el maestro o el profeta. Semillas que plantan
ante mi para que reverdezcan en primavera. Uller, el amado hijo
de Thor y Sif, miran, de lejos la escena. Él lleva en su mano su
insaparable y plateado arco. Ella le espera Tímidamente y juntos se
acercan a esta espontánea Fiesta.
De
pronto me llega un rico olor tras mi espalda. Al girarme veo al inca
Huitzilopochtli,
junto a los tres Magos de Oriente, preparando con mucho honor una
rica y profusa cena.
El
maestro de ceremonia, mi amado castaño, invita a todos los
comensales divinos que antes de sentarnos escuchemos las risas que se
acercan. ¡Son Papá Noel y San Nicolás, con sus rojas vestimentas
y su saco a cuestas. Nos sentamos alegres y justo en ese mágico
momento una estrella, efímera y viajera, ilumina el lugar. Se posa
sobre nosotros y con ella ¡EMPIEZA LA FIESTA!.
Mi
castaño, sonríe, mi guiña su enorme ojo. Yo también sonrío,
mientras me froto con fuerza los ojos.
Regreso
a mi ordenador. Quietos se quedan mis dedos. Justo en ese momento un
poema volando se posa sobre mi pantalla. Un poema que en otro tiempo
yo mismo escribiera.. Quiere formar parte de este instante, de este
un sueño real de mi eterna esencia.
“La
Navidad es una bella palabra , es el mejor sonido
Las Navidades son Voces lanzadas al viento de la esperanza
Son palabras que producen ondas inmensas en el mar de la existencia.
Ondas que producen olas que acarician almas desorientadas
Almas que con las nuestras forman la vida
de este planeta madre de tierra encantada.
Las Navidades son Voces lanzadas al viento de la esperanza
Son palabras que producen ondas inmensas en el mar de la existencia.
Ondas que producen olas que acarician almas desorientadas
Almas que con las nuestras forman la vida
de este planeta madre de tierra encantada.
Tocan
las trompetas, suenan de fiesta
¡Llega
el invierno en la mitad del Planeta,
y
con él, los encuentros, los abrazos, los regalos y las cenas!”
LANGE
AGUIAR. ((Miguel Díaz)