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19 ene 2009

DESPERTAR



SONIDOS DE VIDA. MÚSICAS DE SILENCIO

Abro los ojos pesadamente. La verdad es que no deseo abrirlos. Me gustaría seguir sintiendo, experimentando, ¡soñando!… que te escribo una carta que no llegará a ningún correo. Quiero seguir hablando contigo, ¡TÙ, eterno amigo de mis sueños!, pero la realidad me devuelve la conciencia del tiempo presente. El despertador de mi teléfono móvil, ese infernal invento al que nos hemos sometido tan rápidamente, suena con una música de ABBA, música de otros tiempos ya pasados, pero que a mi me gusta recordar o sentir que sigue vigente. Es el sonido que me recuerda que tengo que levantarme para realizar las tareas diarias que me obliga mi labor como docente.

Me cuesta levantarme. Me duele el cuello. Siento húmeda las sábanas, por el exceso sudor de la noche, algo movida, que experimenta mi cuerpo cada vez que tengo ese sueño recurrente de cartas y letras de fuego. El bello rayo de luz que entra por la ventana de mi habitación me hace sentir la plenitud del día que nace. De la belleza que tiene cada amanecer. De la lucha permanente entre la vida y la muerte; entre el ocaso y el nacimiento; entre las sombras de la noche y la luz del nuevo día que empieza; entre mi corazón y mi mente…

Respiro con fuerza. Mis músculos se oxigenan y doy gracias por seguir vivo, por seguir viendo, por seguir moviéndome, sintiendo la energía fluir por mis venas, experimentando un nuevo amanecer. Me levanto lentamente. Me acerco a la ventana a saludar al astro rey. Hace mucho tiempo, no recuerdo ya el día que empecé, realizo esta misma acción: corro las cortinas, miro al horizonte y, emocionado y con respeto, observo, a veces venero, el nacimiento de la esfera de luz que emerge triunfante de lo más profundo del mar de mi isla.

Agudizo los sentidos y mis oídos escuchan el hermoso canto de los pájaros que se cobijan en el bello cedro que existe en mi pequeño jardín. Ellos, como cada amanecer y cada atardecer, saludan y despiden al dios sol. Es un ritual diario al que no puedo ni quiero faltar. Una conexión extraña, invisible, pero real, me une a ellos en su canto. Mi alma se eleva y me mente se aquieta sin escuchar pensamientos, sin oír mis propias voces que hablan conmigo. Solo siento sus cantos que se funden con mi canto interno y curiosamente, es la música que me hace viajar por el silencio que en otros lugares busco y no encuentro.

Un intenso olor que penetra por mis sentidos, ahogando mi olfato, me dice que ya está el café a punto de ser tomado, que tengo que apurarme para salir al trabajo. Es la ventaja de vivir en esta sociedad moderna y tan avanzada, con esos relojes automáticos que lo programan ya casi todo., incluso a veces nuestras propias decisiones. Me lo tomo lentamente, saboreando su sabor. Me ducho con prontitud, me visto y con la sonrisa dibujada en mi cara salgo a vivir un día nuevo en el colegio, a tratar de interiorizar en mi ese presente, ¡dicen!, siempre eterno.
El ruido de la calle me lo hace un poco difícil, pero sigo luchando, intentando no alimentar las diabluras de mi mente.
LANGE AGUIAR

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