Autor: Lange Aguiar
Título: La Esperanza cabalga sobre el dolor

La Navidad siempre ha sido una época de alegría y celebración en nuestra familia. Sin embargo, este año, la historia se ha teñido de matices complejos y profundos, llenos de vacíos y sufrimiento. El dolor se hace presente junto a la esperanza de vivir unas fiestas alegres. Mi hermana, la mayor de las 4 chicas de casa, pues somos doce hermanos, se encuentra ingresada en el hospital enfrentándose a una enfermedad que la ha debilitado gravemente. Ella, que es luz y sombras en la misma medida, forma parte ineludible de nuestras vidas. Cada día, el sonido de las máquinas y el aroma desinfectante del hospital, se han convertido en parte de nuestra realidad, donde la llegada de un nuevo año y la venida de los Reyes Magos se convierten en una banalidad difícil de vivir y entender en estos difíciles momentos.
A medida que nos acercamos a esta realidad hospitalaria, la tristeza y la esperanza parecen bailar en una extraña armonía. Recuerdo las risas que compartíamos alrededor del belén y el árbol de Navidad, y cómo ella siempre se encargaba de elegir las decoraciones más extravagantes. Ahora, en su cama de hospital, luchamos por mantener ese mismo espíritu vivo, aunque la situación sea desgarradora.
A pesar del sufrimiento, encontramos momentos de luz. Las enfermeras, ángeles en bata blanca, nos brindan apoyo y palabras de aliento a pesar de las carencias y la falta de espacio en unas urgencias desbordadas. Los pequeños gestos de amor del personal sanitario, así como una llamada de un amigo o un mensaje de aliento, son destellos de esperanza que nos recuerdan que no estamos solos en esta situación complicada. Cada día, mis hermanos y hermanas, sus dos hijos, su hija y su marido le llevamos un adorno de Navidad para su cama en aquel lugar de tránsito, cubierto con una sonrisa, aunque ella apenas lo percibe o lo ve, tratando de recrear la magia que solíamos vivir juntos.
La dualidad de esta experiencia es abrumadora. Hay días en los que la tristeza parece consumirnos, pero también hay momentos de profunda conexión, donde el amor familiar se siente más fuerte que nunca. La esperanza se convierte en nuestro refugio, y aunque el sufrimiento es palpable, nos aferramos a la idea de que cada día es una oportunidad para luchar, para amar y para seguir adelante. Ella, con sus ochenta y dos años, necesita descansar con una sonrisa en su cara.
En esta Navidad, aunque la mesa no esté llena de risas y alegría, estamos juntos en espíritu. Nuestro deseo más ferviente es que mi hermana encuentre la fuerza para superar este desafío y si es necesario, realizar su tránsito con Armonía y en paz. La Navidad es, después de todo, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, la esperanza puede brillar intensamente, y el amor familiar puede ser el faro que nos guíe a través de la tormenta.
REVISTA CANARIAS LITERARIA
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