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26 dic 2022

RECUPERANDO POEMAS DE ANTAÑO (12)

TEMPLO DE LUCES


Imagino,

sueño,

al despertar veo:


        Una galería inmensa

        un pasadizo oscuro,

        sin fin,

        de techo negro

        y bóveda rojiza

        cubierto

        de innumerables huellas

        y cristales negros...


Sigo despierto

y asombrado veo:


        Mi silueta caminar

        despacio,

        lentamente detenerse;

        con suavidad pasa una mano

        sobre la pared húmeda,

        verdiblanca por el agua

        que cae, silenciosa,

        sin saber por donde...


No estoy durmiendo

y sin embargo sueño

¿sueño?

no...estoy despierto y veo:


        Mi mano sobre una pared

        que se va alejando

        de mi silueta...    

        Mi mano pegada a ella

        no se alarga, no crece,

        sin embargo la pared

        se aleja...


¡Es imposible,

no puede ser,

me digo,

pero...sigo viendo!


        Aquella silueta,

        que soy yo,

        no se inmuta,

        emprende su marcha

        sin dejar huellas

        sobre mis huellas.


¡Qué extraño,

me pregunto,

sin salir de mi asombro!


        La galería se va tornando gris

        y la cúpula,

        ahora más alta

        se apaga

        al encenderse

        miles de bombillas negras.


Creo que esto

es un sueño imposible,

pero sigo despierto, viendo:


        El pasadizo se va

        alargando

        mientras los cristales negros

        se ornan rojos;

        la pared verdiblanca,

        se vuelve roja

        y las huellas incontables

        se van cubriendo

        de algas rojas.


¿Es verdad tanto misterio?

¿Es real lo que estoy viendo?

Parece cierto

pues despierto sigo y veo:


        Mi silueta

        vestida de rojo,

        pausada-mente

        caminando

        en aquella galería roja

        llevando en la mano

        un sudario también rojo;

        quiere amortajar

        el cuerpo de lo innombrable

        el cuerpo de la...


Me molesta

lo que estoy viendo.

No puedo dormir,

sigo con los ojos abiertos:


        Aquella galería,

        cada vez más larga,

        cada vez más alta

        alberga en su seno

        a una muerta

        sin sudario

        desnuda y sin pena

        a una muerta

        que aún no ha muerto

        y que arrastra

        mi silueta.


Doy vueltas y más vueltas,

no puedo dormir,

mis ojos no se cierran:


        Una sinfonía sideral,

        extrañamente emotiva,

        comienza a sonar.

        Mis pasos

        enmudecen por momentos,

        no me detengo,

        ¡Comienza una danza ritual!

        Embrujada, embriagada

        mi silueta queda.


Parpadeo.

Me pellizco y nada

¡todo sigue ahí, inmutable

a mis ojos, que no quieren ver

pero ven:


        La muerta allí

        inalcanzable,

        cada vez más cerca,

        cada vez más lejos,

        juega...

        Sin medrarse,

        avanza mi silueta

        rodeada por miles

        de figuras extrañas

        que bailan,

        con movimientos

        “sincopáticos”,

        al son de la música

        que surge de un invisible órgano.


¡Me siento impotente,

no puedo cerrar los ojos!


        La galería

        se va transformando

        por momentos,

        cada vez más roja,

        cada vez más hermosa,

        sin lámparas,

        potentemente iluminada.

        Ahora mi silueta

        sube una escalera

        de mármol rojo,

        adornada por jarrones rojos

        y grandes flores rojas.


Alucinando estoy

y esta realidad

sigo viendo:


        La túnica roja

        sigue en mis manos.

        El cadáver de lo innombrable,

        de la muerta, está desnuda.

        Mi silueta sigue avanzando

        sin vacilar un momento.

        Los danzarines

        no paran de moverse,

        la música suena

        cada vez más estridente

        a la que se unen el dorado

        sonido de unas trompetas.


Todo me da vueltas,

me duele la vista,

no puedo dormir,

sigo despierto:


        Ante mí la muerta,    

        tras de mí, la escalera;

        lejos quedó

        la danza de la inocencia;

        ya no se escucha

        el sonar de las trompetas,

        ni la sinfonía sideral

        que flotaba alrededor

        de mi silueta;

        sólo se oye el silencio,

        tan fuerte

        que hasta mudas

        quedaron mis huellas.


¿No es delirio tanta verdad?

¿No es sueño, esta realidad?

Se que no duermo,

se que estoy despierto,

pero...sueño:


        La galería, primero negra,

        luego gris, más tarde roja,

        se trasforma ahora

        en una brillante

        bola de cristal blanca,

        al mismo tiempo

        que un aroma,

        fuerte y dulce,

        invade cada poro de mi silueta.

        La escalera hace rato quedó atrás,

        al igual que el sudario rojo,

        sin embargo, la muerta sigue allí,

        inalcanzable,

        pero ante mí.


Si no es un sueño

mi delirio,

si no es verdad esta realidad

que estoy viendo

¿me habré vuelto loco?


        El silencio es roto

        por el sonido de mis pasos.

        No avanzo sobre algas rojas

        sino sobre un espejo sin imagen.

        Un altar de mármol blanco,

        se abre ante mí.

        Sobre él cae una fina lluvia

        sin agua.

        Desnuda, brillante, sonriente

        se balancea contra la lluvia

        el cadáver de lo innombrable,

        el cadáver de la...


Imposible,

¿Por qué no puede, mi silueta,

pronunciar su nombre?

¿Por qué su lengua se queda muda?

No lo sé, quiero seguir viendo:


        El sudario rojo quedó lejos,

        pero en su lugar,

        mi silueta arrastra

        un largo vestido blanco.

        Sube dos peldaños;

        ante el altar se postra

        con las manos en alto

        y las rodillas en el suelo.

        Llora, llora y llora...

        las lágrimas, al caer al suelo,

        se vuelven rojas, luego grises,

        más tarde negras...

        Negra se va volviendo la galería,

        el altar, la lluvia

        y hasta mi propia silueta.


¡Ahora lo entiendo todo!

La muerta

no ha muerto,

su cadáver no fue cubierto,

por eso camino en la galería

que conduce hasta su templo,

por eso esta visión

me produce

tanto vértigo, 

tanto dolor,

tanto miedo,

que no me deja dormir

porque la sigo viendo.

¡Sí, ahora lo entiendo!

GRITAR SU NOMBRE, 

QUIERO,

CON TODA MI FUERZA,

CON TODO MI ANHELO.

LA MUERTA...

¡ES LA GUERRA...!

QUE NO HA MUERTO 

Y SU CADÁVER 

SUGUE RESPIRANDO EN LA TIERRA

CON MI DESESPERO.

28-10-1976   Lange Aguiar

La Laguna