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27 feb 2021

Viaje a la luz de una fotografía

 

EL MOLINILLO



- Papi, papi yo también quiero, yo también quiero.

- Otra vez papi, otra vez.

- Ahora los dos juntos papi, los dos juntos…

Unas lágrimas caen sobre aquella vieja foto, desenfocada y descolorida, que Ángel había encontrado dentro de un libro antiguo que guardaba en una vieja estantería de madera. Sus casi 90 años no le impedían moverse con bastante soltura y agilidad por toda la casa... Incluso subía y bajaba las escaleras que ascendía a la segunda planta de la casa, donde él tenia el estudio, sin problema alguno; más bien las utilizaba para realizar ejercicios de mantenimiento subiéndolas y bajándolas varias veces al día. En su momento realizaba largas caminatas por los alrededores pero se le hacia muy difícil, desde que había ocurrido aquella terrible catástrofe natural, que dejaría medio isla semiderruida...

La erupción de un volcán en el norte de la isla de Tenerife había arrasado con miles de viviendas; había dejado cientos de carreteras destruidas, y un sin fin de familias desaparecidas. Era la mayor catástrofe de la historia reciente de la humanidad. Medio volcán, el más grande de la isla, se había desprendido de la misma, sumergiéndose en el profundo y oscuro mar que la circundaba. produciendo un cataclismo de proporciones inmensas.

Al hundirse en el mar produjo un gran tsunami, una ola gigante, que llegó a alcanzar cientos de metros de altura. Arrasó todo lo que encontró a su paso, llegando al continente americano y dejando tras de si una estela de muerte y horror donde la tierra ya no sería la misma...

Habían pasado más de 20 años de todo aquello pero el alma de Ángel seguía malherida y maltrecha pues casi toda su familia había desaparecido en aquella tragedia. Fue un golpe que no lograba superar y que lentamente le había llevado a vivir aquel encierro voluntario... aún así, Ángel había estado casi doce años dedicado por entero a la ayuda voluntaria y al apoyo social, dentro de las posibilidades que tenía debido a su edad.

Pero ese día Ángel estaba inquieto. Había subido y bajado la escalera varias veces. No se mantenía quieto en ningún lugar. Le asaltaban los recuerdos continuamente y no quería recordarlos. La imagen de sus hijos le perseguía por todos los sitios de la casa. Sentía una extraña sensación, como si le llamaran desde algún lugar lejano y estuviera escuchando sus voces. Al final, no pudo más y se puso a rebuscar en aquella librería vieja que tenia en la parte alta de su casa. Sabía que había guardado allí muchas de las fotos de su familia. Al coger el primer libro cayó al suelo aquella fotografía como liberándose de la prisión en la que estaba sometida durante años. La vio caer lentamente, planeando suavemente y depositarse sobre sus gastadas zapatillas. Era como si unas invisibles manos la llevaran hasta ese lugar. Ángel dejó caer el libro, se agachó y recogió con delicadeza aquella foto. Sus dedos temblaban. Una energía extraña le rodeaba el cuello. Le presionaba la garganta, le oprimía el estómago, le aceleraba los latidos del corazón.

Ángel acercó la foto a su cara para verla mejor y unas lágrimas saltaron de sus ojos para caer sobre la fotografía. Se vio allí muy joven, alegre, feliz, fuerte... En sus manos llevaba a cada uno de sus dos hijos. Estaba haciendo el molinillo con ellos, dando vueltas sin parar en un equilibrio perfecto. Y estaba allí, justo en el mirador donde la isla prácticamente se partió en dos...

Se vio radiante, dichoso con ellos. Su mente voló y se trasportó momentáneamente a aquel tiempo, a aquel lugar... Eran muy felices los cuatro... Oía las carcajada, como solía hacerlo siempre, de su amada mujer, esa sonrisa que lo tenía atrapado, al ver ella las vueltas que daba y diciendo que no podía sacar la foto, que iba a salir movida. Nada presagiaba lo que habría de pasar cincuenta años después. Realidad, pensamientos, visión se mezclaron al unísono. Se fusionaron en una sola esencia y unas voces surgieron desde lo más profundo de la habitación. Unas voces infantiles, juguetonas. Unas voces que le llamaban desde el interior de una hermosa luz blanca que comenzó a salir del fondo de la biblioteca, justo del interior profundo de aquella estantería vieja; era esa hermosa risa contagiosa, esa conocidas carcajadas que se unían a las voces de sus hijos pequeños que le llamaban.

- Papi, papi, yo quiero otra vez, quiero mas, mucho mas, hasta marearme papi...

- Yo también quiero que me lo hagas papá, yo también quiero...

- A los dos papis a los dos juntos, uno en cada mano, uno en cada mano.

Ven ya papi a esta hermosa casa nuestra de luz violeta... Ven con nosotros tres, papi ven a jugar, con mami y con nosotros dos. Ven papi queremos que nos vuelvas a hacer el molinillo hasta marearnos..., JAJAJAJA,... sí amor ven con nosotros a nuestra hermosa y luminosa casa .

Ángel extendió sus manos, cogiendo en cada una a sus dos hijos y dando vueltas sobre si mismo, se sumergió en aquella hermosa luz que le llamaba, desapareciendo con ella en la estantería vieja, viajando al interior de aquella foto descolorida y ya eterna.

Un ruido extraño, seco, pesado alertó a la asistenta de Ángel que acababa de llegar. Subió la escalera como pudo y al abrir el estudio se encontró a Ángel inmóvil, boca arriba con una inmensa sonrisa en su cara y abrazado a una vieja fotografía. Los intentos de reanimarlo no sirvieron para nada. Ángel ya no estaba allí, estaba haciendo el molinillo con sus hijos en el mirador de una montaña en lo más profundo de la tierra.

LANGE AGUIAR.