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4 dic 2025

FELIZ NAVIDAD 2025

La navidad no es consumo, es amor

Cada mes de diciembre, la emoción llenaba los corazones de los habitantes de un pequeño pueblo de Tenerife, por la llegada de la Navidad, donde el color rojo de las flores de pascua y el verdor de sus hojas cubría las calles y jardines de todo el pueblo, junto al encendido de las luces de Navidad que brillaban con intensidad en farolas, postes, árboles y así en un interminable haces bombillas formando figuras cubriendo balcones, fachadas, y arconadas municipales.


En ese hermoso pueblo luminoso y rural de los altos de la isla vivía las familias López y Aguiar, donde hacían ostentación de grandes enramadas navideñas en sus fachadas y jardines, con árboles cubiertos con cientos de lucecitas, belenes hermosos y estrellas de colores. Sin embargo, lo que empezó como una fiesta de encuentros, alegrías y emociones compartidas, con el paso de los años, esas emociones de espera por la llegada de estas fechas se habían transformado en unas competencias silenciosas de las dos familias sobre quién podía tener la decoración más ostentosa y los regalos más costosos.


Un año, hace cinco, y producto de una gran pandemia que arrasó todo el planeta, mientras las dos familias organizaban la cena navideña, Tibiabín, la hija mayor de los López y Bentor, el hijo menor de los Aguiares, se iban dando cuenta de que las risas y las historias que solían compartir se habían vuelto escasas, ahogadas por la presión de impresionar a los demás, especialmente a la otra familia. Las mesas estaban llenan de platos lujosos, y bajo el árbol navideño, que presidía cada salón, se encontraba lleno de costosos regalos. Tibiabín, en su hogar y Bentor en la suya, observaban todo ello y sentían que el auténtico sabor de la tradición navideña se había perdido. Fue entonces cuando decidieron, en un encuentro que ambos tuvieron, pues eran muy amigos, hacer algo diferente en esas fechas.


Ellos dos, en cada una de sus familias, propusieron una Navidad sin excesos, invitando a sus dos familias a unirse en la creación de un nuevo ritual para la noche buena, donde cada uno debía traer un regalo hecho a mano y una historia que lo acompañara. La idea fue recibida con escepticismo, pero al final, todos aceptaron. Así, solo con este gesto, el espíritu de la Navidad comenzaría a cambiar poco a poco.

La noche de Navidad, cada familia se reunió en la sala principal iluminada solo por velas. El árbol estaba adornado con pequeños detalles que cada uno había creado. Los regalos, humildes pero llenos de significado, fueron intercambiados con risas y abrazos. Tibiabín había tejido un bufanda para su madre, quien a su vez había pintado un cuadro de su hogar. El abuelo compartió un viejo cuento sobre cómo celebraban la Navidad en su infancia, recordando la importancia de la unión familiar. Bentor había construido un hermoso belén hecho con figuras de papel, su padre leyó unas profundas y bellas poesías que tenia escondidas y que nunca había compartido con su familia, su madre aportó unas bellas pulseras para cada uno que había elaborado con cueros y telas recicladas.

A medida que compartían sus regalos y relatos, el ambiente de cada hogar se llenó de amor y conexión. Las diferentes cenas, sencillas pero cocinadas con cariño, se convirtieron en un banquete de sabores compartidos y risas sinceras. En lugar de la pompa y el derroche, las familias López y Aguiar redescubrieron la esencia de la Navidad: el tiempo juntos, la calidez de los abrazos y las historias que forjan la identidad familiar.


Con el nuevo año a la vista, cada miembro de las dos familias se sintieron renovados y llenos de esperanza. Habían aprendido que la verdadera riqueza no se encontraba en el consumismo, sino en los momentos compartidos y en el amor que se cultivaba en el hogar. Así, decidieron que las Navidades futuras seguirían siendo sencillas, pero siempre llenas de significado, reencontrándose en la calidez del amor familiar, la solidaridad y la alegría de estar juntos.

Lange Aguiar. Navidad 2025